La decisión de sus padres de amputarle su pie izquierdo para usar prótesis y poder caminar; la decepción que le causó una ex polola que terminó con él por miedo a su condición física, y el rechazo en diversos puestos de trabajo porque podía «incomodar» a clientes. Estas son algunas de las experiencias que formaron el carácter del ex presidente de Evópoli y que da a conocer en su libro.

“Cuando por fin le sacaron el yeso, se dieron cuenta que estaba embarazada (…). Comenzó además a tener otros síntomas como náuseas y vómitos y comprendió que el día del accidente -y de los exámenes y radiografías- sí estaba embarazada, aunque de tan solo tres semanas. Pero no había nada de qué preocuparse: le habían puesto una manta plomada sobre su vientre. Sin embargo, su tío neurólogo, Jorge González Cruchaga, no estaba tan tranquilo y algo intuía”. Así describe el diputado de Evópoli Francisco Undurraga, en su libro “Todos somos discapacitados” (Ediciones El Mercurio)- los meses posteriores al accidente automovilístico que su madre sufrió durante su embarazo.

Nací sin la pierna derecha bajo la rodilla, la izquierda fue amputada años después sobre el tobillo, y sin un brazo. En el otro tenía la mano con cuatro dedos y dos de ellos pegados”, señala Undurraga en su libro, en el que explica que “los doctores en el parto quedaron choqueados“. Ese mismo día, cuenta el diputado, el de su nacimiento, sus padres tomaron una decisión importante: “no me darían ni una ventaja“.

Era 1965 y la discapacidad en Chile no era un tema. Era una época en que la mayoría de las malformaciones físicas eran productos de la talidomida -medicamento utilizado en los sesentas para aliviar las náuseas durante los primeros meses del embarazo-. No fue el caso del ex presidente de Evópoli: su condición fue producto de una radiografía que se tomó su madre luego de sufrir un accidente automovilístico.

De esta forma comenzó su historia: “una historia en la que ni el reproche ni la culpa forman parte de la ecuación”, se lee en su texto y en el que afirma que “aunque mi temperamento es explosivo, nunca me educaron con odio ni rencores. Simplemente nací así“.

“Ustedes se van a morir y él se va a quedar, así que tienen que preocuparse de que sea autónomo lo antes posible”

En el libro, Undurraga cuenta que a la semana de nacido lo llevaron al Instituto de Rehabilitación Infantil y que la “idea era que me evaluaran y que ellos también pudieran comenzar a relacionarse con otros casos similares“. Días después de esto, por primera vez en el centro médico, se realizó en Santiago un “simposio internacional” sobre el tema, instancia a la que sus padres asistieron para presentarle su caso a un médico estadounidense, quien -según escribe el diputado en el libro- les dio un lineamiento para trabajar en el desarrollo de su personalidad: “ustedes se van a morir y él se va a quedar, así que tienen que preocuparse de que sea autónomo lo antes posible“. “Esas palabras quedaron marcadas a fuego en mis papás, que desde entonces me trataron como si tuviera el cuerpo completo y me obligaron a salir adelante sin quejas”, explica Undurraga.

Durante su primer año de vida, Francisco Undurraga pasó de brazo en brazo porque “no existía además, ninguna posibilidad de rehabilitar a una guagua”. En “Todos somos discapacitados”, el legislador cuenta que su primera prótesis las usó a los dos años y medio. “Para algunas personas puede sonar traumático esto de tener prótesis, pero para mí eran una cosa maravillosa. Pasar de vivir en el suelo a poder levantarme y caminar, aunque fuera con ayuda fue fantástico“, recuerda en su libro el diputado quien también cuenta que cuando empezó a caminar se caía todo el tiempo: “golpe y porrazo, una y otra vez”.

“Y si me caía tenía que pararme solo, sin ayuda”, explica Undurraga y agrega que esto sus padres fueron muy estrictos y constantes, “no con la intención de incomodarme, sino con el fin de prepararme para el futuro, para que aprendiera a generar fortalezas desde mi debilidad“.

“Era mi único pie, estaba formado completamente pero se extendía por ciento ochenta grados”

Fue cuando tenía 7 años que sus padres tomaron una decisión que marcaría el futuro del diputado de Evópoli: amputar su pie izquierdo para que pudiera usar prótesis. “Creo que debe haber sido la resolución más fuerte y dura que se vieron obligados a tomar durante mi infancia”, cuenta el diputado en el libro. “Era mi único pie, estaba formado completamente, con dedos y uñas, pero en vez de estar dispuesto a noventa grados se extendía por ciento ochenta. Además, a esa pierna le faltaba la tibia o el peroné (…), y colgaba por debajo de la rodilla”, explica en el texto Undurraga.

Si bien el legislador dice en “Todos somos discapacitados” que para él “no fue un tema y tampoco tenía ‘pito que tocar’”. “Me acuerdo de haber despertado despertado de la anestesia, haber movido los músculos y haber sentido cada uno de los dedos de los pies”, explica en el libro el ex presidente de Evópoli. Situación por la que le preguntó al médico cuándo lo iban a operar, pero el procedimiento ya se había llevado a cabo y en ese instante estaba vendado. “Los dedos de ese pie inexistentes los sigo sintiendo hasta el día de hoy”, señala el ex presidente de Evópoli en su texto.

Pese a que Undurraga usaba prótesis, eso no le impidió jugar a la pelota con sus compañeros de colegio, aprender a nadar o ser scout. De hecho, de pequeño, el diputado pensaba que sería un buen futbolista. “Le pegaba bien (a la pelota), la levantaba, le daba un poquito de ‘chanfle’. Era bueno considerando mi condición, pero debo haber tenido doce años cuando mi papá se me acercó y me dijo: ‘Tú nunca vas a ser como Pelé, ni como Caszely, ni como Chamaco Valdés. Dedícate a otra cosa, porque nunca vas a futbolista‘”.

El diputado recuerda que “fue súper duro esuchar esas palabras”, pero que ahora que es padre cree que “debe haber sido tres veces más duro para él decírmelo que para mi escucharlo”. “Mi papá fue muy valiente al obligarme a enfrentarme a la realidad, me ayudó a abrir los ojos y a tomar decisiones más realistas“, reflexiona el diputado en su libro.

Otro episodio que recuerda fue la operación que le realizaron en su mano a los 14 años y cómo su hermana Mónica -8 años menor que él-, quien pese a que lo ayudaba en todo lo veía como un “hermano mayor que la podía proteger”, entendió la real vulnerabilidad del actual congresista al ver “cómo al despertar de la anestesia me tuvieron que llevar en brazos porque sentía mucho dolor”.

Dos años después de la operación de su mano, fue invitado a dar su testimonio a la Teletón. “A mis papás les dio tanto nervio que se fueron al sur ese fin de semana, y se quedó un primo más grande cuidando a mis hermanas. Todos esperaban ansiosos a que yo saliera en la tele”. Era la tercera vez que se realizaba el evento en Chile y cuando Don Francisco presentó a “Pancho” la recaudación de la jornada alcanzaba un poco más de $83 millones -más de la mitad de la meta de ese año que era de casi $134 millones-.

«Aunque todavía tenemos esperanzas de llegar, nos falta una cantidad realmente importante. Hemos hablado poco de rehabilitación, quiero que ustedes sepan para qué es este dinero porque nuestro próximo invitado en unos pocos días más lo vuelven a operar”, comentaba don Francisco mientras se mostraban escenas de un joven Francisco Undurraga jugando básquetbol, nadando y caminando con amigos. “Él no sabe cuántas veces lo han operado, dice más o menos 20, nació faltándole sus dos piernas y un brazo, pero él realmente está rehabilitado“, explicaba Mario Kreutzberger. Fue en la edición de ese año que Undurraga, mientras conversaba con el animador de Sábado Gigante, dijo: “Todas las personas somos lisiadas, unos llevamos los defectos afuera -como nosotros que los mostramos-, y otros los llevan más escondidos”, frase que generó un aplauso espontáneo del público presente.

“No cuestionaban mis credenciales, sino por temor a cómo pudieran reaccionar los clientes”

Francisco Undurraga, luego de salir del colegio, dar la Prueba de Aptitud Académica y estudiar un año en un preuniversitario estudio Locución y Dirección de televisión en el Instituto AIEP, para luego trabajar en radio Chilena, donde fue productor del departamento de Prensa. A los 23 años, el diputado decidió estudiar Publicidad porque sentía que como locutor estaba quedando “corto”.

“Cuando me recibí y salí a buscar mi primer trabajo en Publicidad, tuve que enfrentar un mundo laboral diferente. En la radio nadie me veía, salvo los que trabajan conmigo, pero en las agencias había que relacionarse con los clientes directamente y para algunos resultaba incómodo tratar con un tipo al que le faltaban dos piernas y un brazos“, recuerda en su texto Undurraga, quien escribe que postuló a varios trabajos y recibió varias negativas. “No cuestionaban mis credenciales, sino que me rechazaban por prejucio, por temor a cómo pudieran reaccionar los clientes -explica el diputado en ‘Todos somos discapacitados’-, les daba miedo que alguno de ellos pudieran ponerse nerviosos con una contraparte que usaba prótesis y que le colgaba una manga de la camisa“.

Si bien, en su texto el diputado dice que su condición física no le impidió entablar relaciones sentimentales si hubo un “episodio duro”. “Estaba pololeando con una niña, llevábamos un tiempo y ella quiso terminar porque, según me dijo, su papá había hablado con ella”, recuerda en su libro Undurraga y agrega que su entonces suegro “estaba preocupado de que yo nunca podría tener hijos, que su futuro era un marido en silla de ruedas”.

“En el fondo le pidió que lo pensara bien, porque se podía estar metiendo en un lío”, explica el legislador aunque lo “doloroso fue que ella me transmitió la conversación con bastante fidelidad”. “Era la primera vez que alguien me decía ‘no puedes’”. Aunque este episodio, luego lo pudo utilizar a su favor cuando conoció a su esposa, Paulina, a quien la primera vez que la vio, bailando en la discoteca Oz, le dijo: “Oye, soy normal de las rodillas para arriba”, haciendo gala de su humor negro.

Undurraga reconoce en el texto que el miedo lo conoció de viejo. “Aunque no fue miedo propiamente tal, más bien un terror irracional de que mi historia se repitiera”, explica en “Todos somos discapacitados” sobre cómo fue proceso de ser padre.

Si bien el diputado sabía que lo suyo no era genético, cuando su esposa quedó embarazada de su primer hijo sufrió con cada ecografía y sólo le “volvió el alma al cuerpo” cuando el doctor le “mostró uno a uno los diez dedos de las manos y los diez dedos de los pies, cuando vi con mis ojos que estaba entero”.

Fuente: El Libero

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